La solidaridad como virtud que dispone al hombre a obrar a favor del bién común.
La solidaridad tiene como punto de partida, para todos nosotros hombres del siglo XXI y que profesamos la fe en un Dios vivo, personal y salvador, la venida de ese Dios a poner su morada en medio de la humanidad.
Ese hecho, trascendental para la historia de la humanidad, conocido como la encarnación, da inicio a un nuevo estilo de vida que propende por el bien común como muestra de una nueva vida.
Él nos reveló que como imagen de Dios, en lo más profundo de nuestro ser esta inscrito esa trascendencia que nos permite tener esa capacidad de Dios y en ella como valor agregado el amor, no solo a ese Dios Creador, sino y también a los seres que están a su alrededor.
Ese Dios revelado en la persona de Jesucristo, llevó a su máxima expresión el amor, la solidaridad, la caridad, al dar su vida, vicariamente, por todos y cada una de las personas del mundo, al pagar con sangre una deuda contraída por el pecado, este hecho fundamenta y pone de relieve que la alteridad es posible en la medida que el otro quepa en el corazón del uno.
De esta manera y como condición irrefutable, el cristiano es llamado a vivir amándose asi mismo y en ese amor debe caber el prójimo, de esa forma todas sus acciones de vida estarán encaminadas al bien común, camino que llevará a la vida eterna (Cf. Mt. 18. y 25, 31- 46). Y que invita a “subir en su propia cabalgadura” al otro, como lo hizo el samaritano de la Parábola.
Toda esta manera de vivir la propia vida, llega a hasta nuestros dais, gracias a la Iglesia que ha perpetuado, como cauce que conduce el agua, la doctrina, enseñanzas, y normas de vida que dejo Jesucristo.
Sin embargo, nuestros días se ven inundados de un gran individualismo que no dista mucho de lo sucedido en tiempo de Jesús en la tierra, cuando el maestro de la ley le pregunta quien es mi prójimo y después de una parábola ejemplar, termina poniendo en boca de su interlocutor la propuesta que hoy nos ayudaría a disipar el individualismo creciente: “según tu parecer quien se porto como prójimo”, No debo estar pendiente de quien me puede ayudar, quien me puede salvar, quien puede ser solidario conmigo, aun en medio de las grandes necesidades que cada uno tenemos debemos poner al otro en nuestro proyecto de vida y con él construir comunidades vivas.
Aun asi, después de estas enseñanzas, el mundo asiste esperanzado a un mercado de salvadores: materiales, espirituales, duraderos, volátiles, virtuales, comunicativos, todos ellos proponen un camino, supuestamente cierto, y que no incluye ninguna responsabilidad con el otro creando un individualismo que reta a los cristianos a salir de los templos, crear pequeñas comunidades evangelizadas y evangelizadoras que con su testimonio de solidaridad y nuevo estilo de vida hagan llegar a sus caminos a tantos y tantas que buscan un fin supremo que solo les puede dar el Dios de los Cristianos.
PEDRO ANTONIO ORTIZ CARDENAS
Estudiante Maestria en Ética Social a la luz de la D.S.I.
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